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Caminan invidentes ruta empresarial

La venta de agua abre camino a los 300 invidentes que luchan por la vida en los subterráneos del Sistema de Transporte Colectivo Metro de la Ciudad de México, pues derivado de un acuerdo con una empresa embotelladora, que es inédito a nivel nacional, están accediendo a capacitación, becas escolares y apoyo médico, entre otros apoyos. Además tienen la posibilidad de promocionar una marca propia de agua embotellada.

 

Amaury González Jiménez, integrante de la Asociación Mexicana por el Trato Humano, Social, Material y Cultural de los Invidentes y Débiles Visuales, nos recibe en las oficinas de la agrupación ubicadas en la calle de Mosqueta, a un costado del Metro Guerrero.

Las instalaciones son irreconocibles para quien las haya visitado a principio de año, cuando recién se habían pasado a ese lugar localizado en el primer piso de un edificio ubicado en este populoso barrio; era un espacio lúgubre, con un viejo cancel y apenas unas sillas para sentarse.

Hoy el visitante encuentra una pequeña recepción, dos salones equipados con mesa bancos para impartir clases, salón de juntas, consultorio médico y sicológico, área para profesores, oficinas administrativas y sanitarios, además de un camino táctil que ayuda al desplazamiento de los integrantes de la citada Asociación.

En los salones de clase ya se está impartiendo un diplomado de tres meses para la primera generación de 60 invidentes o débiles visuales, que consiste en clases de computación, desarrollo humano, ventas y fotografía, en horarios matutinos y vespertinos. El diplomado se imparte a través de la asociación civil Ojos que Sienten.

Adicional a ello los hijos y nietos de invidentes o débiles visuales reciben una beca anual que puede ir de los 500 a 2 mil pesos, lo cual también incluye a los integrantes de la referida agrupación que estén estudiando.

En materia laboral, los 236 ciegos que colocan puestos en el Metro de la Ciudad de México, donde venden dulces, botanas, pan y agua embotellada, tendrán la posibilidad de uniformarse y homologar sus puntos de venta.

Los apoyos educativos y materiales también son para los integrantes de la Asociación que atienden los nueve consultorios de masajes instalados en igual número de estaciones del Metro, así como para los ciegos que periódicamente hacen presentaciones artísticas en estos subterráneos.

Amaury González, quien es padre de familia, explica que en noviembre de 2014 signaron un convenio con la empresa Bonafont, mediante el cual obtuvieron los anteriores apoyos y a su vez ellos se comprometieron a sólo vender agua de esta embotelladora en las 118 “tarimas” o puestos de venta que instalan en el Metro.

Estas “tarimas” funcionan en dos turnos, por lo cual involucra a los 236 invidentes que trabajan prácticamente en todas las estaciones del Metro, y que tienen acceso a uno de los mercados más atractivos del país, pues en los subterráneos del Sistema de Transporte Colectivo se estima que transitan diariamente 5 millones de personas.

El convenio con Bonafont, que es por tres años, tiene una excepción, pues los invidentes sí pueden vender agua embotellada que se comercializa con la marca de la citada asociación, denominada Asocive, la cual les maquila un empresario.

“Bonafont nos ofrece a nosotros el pago de la renta de la oficina, las modificaciones para hacer salones, mobiliario, computadoras, impresora, y también pagaría toda la cuestión económica de los muebles (puntos de venta en el Metro), nada más habría que esperar las especificaciones técnicas de las autoridades”, señala González.

El invidente comenta que la asociación no cuenta con recursos suficientes para la manutención de sus instalaciones, ni para impulsar un desarrollo empresarial de sus puntos de venta.

El negocio del agua embotellada es variable, sin embargo, estimaciones de la propia Asociación Mexicana por el Trato Humano, Social, Material y Cultural de los Invidentes y Débiles Visuales indican que a la semana estarían vendiendo poco más de 8 mil rejas de botellas de agua embotellada de Bonafont, mientras de Asocive la venta llegaría a las 2 mil rejas.

En ambos casos las ganancias son para los invidentes que atienden los puestos instalados en el Metro.

“Nos queda aprender mucho de este monstruo gigante que es Bonafont y de lógica aprovecharlo en todos los rubros”, indica Amaury al preguntarle sobre lo que vendrá en los próximos meses.

Pedro Ariel Ortega, presidente de la asociación, admite que el diplomado puede ser difícil para algunos de sus compañeros, pues en los últimos se han abocado a su propia supervivencia económica, sin embargo, es una oportunidad para retomar el camino educativo.

“Algunos compañeros comentan que a la edad que tenemos ya no tiene sentido, pero quienes lo están tomando salen contentos, porque no es algo que causa tedio, sino por el contrario nos sirve.

“Muchos nos sentimos que somos los ases en la ventas porque estamos trabajando en las tarimas y ya tenemos experiencia, pero tomando el curso nos damos cuenta que nos faltan muchas cosas”, señaló a su vez Alejandro Rodríguez Ulloa, otro integrante de la asociación.

Asocive

Ortega refiere que continuarán buscando convenios con empresas o gobiernos para incentivar la comercialización del agua embotellada Asocive, pues actualmente sólo se vende principalmente en el Metro.

“Aunque no la compren la están viendo en el Metro, por eso vamos a buscar la forma de capitalizarnos para construir la empresa”, expresa, al comentar que el agua Asocive es embotellada en la zona del Ajusco.

La marca fue lanzada desde julio de 2014 con el fin de incentivar la actividad empresarial de la propia Asociación Mexicana por el Trato Humano, Social, Material y Cultural de los Invidentes y Débiles Visuales.

“La asociación como ya hemos dicho no cuenta con los recursos económicos, vamos aprendiendo, por lo cual si alguien está interesado en colaborar o hacer algún tipo de convenio con nosotros, pues estamos abiertos”, señala.

Trayectoria

El trabajo de los invidentes en el Metro comenzó desde 1972, cuando la citada asociación tiene registrado al primer invidente que comenzó a laborar en estas instalaciones.

De ahí vino una avalancha en 2004 de los llamados «vagoneros», comerciantes invidentes que de inmediato empezaron a ser competencia para los otros vendedores ambulantes, llamados normo-visuales o que sí ven, además de vivir en continuo enfrentamiento con las autoridades.

Ante la presión social generada, el 6 de julio de 2005 fue creada la Asociación Mexicana por el Trato Humano, Social, Material y Cultural de los Invidentes y Débiles Visuales; cinco años después, el 28 de enero de  2010, esta agrupación firmó un convenio con el gobierno del Distrito Federal para el reordenamiento de vagoneros invidentes, y el 17 de mayo del mismo año los comerciantes ciegos comenzaron a trabajar en las llamadas “tarimas”, vendiendo distintos productos alimenticios.

Entre las dificultades que viven los invidentes están la competencia que enfrentan ante los comerciantes normo-visuales, que también tienen negocios establecidos en el Metro, además de la precariedad de sus puntos de venta, lo cual les hace presa fácil de robos.

Adicional a ello tienen una deficiente seguridad social, pues un alto número de invidentes padecen diabetes y no cuentan con ninguna asistencia sicológica.

«Hay mucha gente que en su momento estuvo al grado del suicidio, gente que ahora es muy huraña o recia en su carácter, son gente que necesita un apoyo sicológico», indica Javier Amado Romualdo, integrante de la citada asociación.

 

Estrenarán imagen  

Derivado del concurso organizado este año por distintas instituciones y organizaciones civiles, están listos los diseños para mejorar los puntos de venta de los invidentes y débiles visuales que trabajan en el Metro de la Ciudad de México, así como la respectiva imagen gráfica de la  Asociación Mexicana por el Trato Humano, Social, Material y Cultural de los Invidentes y Débiles Visuales.

En mayo concluyó el concurso donde estudiantes de la Facultad de Arquitectura y Diseño de la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEMex) ganaron los primeros lugares para proponer estos prototipos que servirán para impulsar la actividad empresarial de los invidentes o débiles visuales.

A iniciativa de la propia Facultad y de organismos como el Consejo Ciudadano contra la Discriminación de la Comisión Estatal de Derechos Humanos, los estudiantes propusieron diseños que no sólo pudieran ser vistos con los ojos, sino también con las manos.

En la categoría de imagen gráfica (logotipo) ganó la estudiante Mariel Muciño García, quien presentó una propuesta donde combina la figura de un oído con símbolos del sistema braille.

En la categoría del diseño de mobiliario de venta, el ganador del primer lugar fue Jorge Abraham Cirilo Gómez, quien elaboró una propuesta basada en una pecera, y que por su funcionalidad gustó a los integrantes de la citada asociación, quienes fueron los jurados del concurso.

El reto para los ganadores como para el resto de los participantes fue elaborar diseños no sólo visuales, sino también funcionales para quienes no pueden ver, lo cual, admitieron los alumnos, es algo que no les enseñan en las aulas.

El concurso también fue un ejercicio para generar responsabilidad social, pues en pocas ocasiones se da la concurrencia entre el ámbito académico y sectores con alguna discapacidad.

A la fecha se están afinando los últimos detalles para cambiar los puntos de venta e imagen gráfica de la asociación, con base en los  trabajos propuestos por los estudiantes ganadores.

 

¿Cómo puede una persona ciega tomar fotografías?

Es la pregunta del millón, respondió Gina Badenoch, fundadora de la asociación Ojos que Sienten, en una entrevista a la página web corresponsaldepaz.

“Yo que soy fotógrafa sé que la parte más importante a la hora de crear una imagen, es el proceso creativo que la precede; el resultado final es visual, cierto, pero para llegar a eso tienes que utilizar todos los sentidos, y eso es algo que las personas ciegas o discapacitadas visuales hacen cotidianamente. La vista percibe la imagen, pero es el cerebro quien la crea, es lo mismo que nos sucede al leer: creamos imágenes, aunque no las tengamos enfrente”, señaló.

Con nuestros talleres, agregó, logramos que las personas con estas capacidades diferentes recobren la confianza, primero en sí mismos y en sus aptitudes para lograr lo que se proponen, y también en el mundo y en que pueden integrarse a él a pesar de su enfermedad.

Actualmente Ojos que Sienten imparte talleres en una treintena de grandes empresas mexicanas, que son también donantes de la labor de la organización.

“Entre las personas con discapacidad hemos logrado impactar en unos 180 ciegos o enfermos visuales, pero entre la población en general, nuestro impacto supera ya el millón de personas que a través de nuestra labor conocen este problema y reconocen que todos somos parte de la solución. Además de los talleres hacemos exposiciones, excursiones y cursos; para nosotros es importante la concientización, tender puentes de comunicación”, dijo la fotógrafa.

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