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Rebeca, Fernanda y Ana… todos los días tienen que lidiar el acoso sexual

Relatos anónimos contados desde la voz de dos reporteras y una madre soltera.

Las mujeres periodistas no sólo deben lidiar con las presiones de esta profesión, sino también sortear el acoso sexual de sus propias fuentes y jefes. Esta es la crónica que ellas mismas relatan.

 

La escena del crimen estaba a unos 200 metros de donde Rebeca dejó su vehículo, era un sembradío de milpas con un camino en terracería. La reportera había llegado antes que nadie, sólo una solitaria patrulla custodiaba el cuerpo de una mujer muerta, supuso que sería fácil hacer su trabajo si los policías no se oponían. Eran sus primeras coberturas en la fuente y había que llenar el ojo de su editor.

Esa ocasión la agresión no vino desde la patrulla, sino de uno de los familiares de la víctima y los hostigamientos no terminaron allí, se extendieron a su domicilio. Meses después el temor orilló a Rebeca a abandonar su hogar.

La escena de aquel homicidio, la periodista la recuerda cada vez que puede, porque sabe que también fue el inicio del acoso en la fuente de nota roja como reportera.

El Estado de México promedia al mes 164 denuncias por delitos sexuales, que incluye violación, concentrado sobre todo en los municipios más poblados y urbanos, entre estos los 11 que están en Alerta de Género. La estadística contempla todas las modalidades, tanto de abuso (tocamientos) como violación física. La raíz de estos casos comúnmente inicia con el acoso.

La primera vez que Rebeca tomó una fotografía para la nota roja supo que el acoso sería inherente al trabajo diario. Las fuentes policíacas distinguen entre ser hombre o mujer. Revelar un dato, o dar el «pitazo» de un hecho, requiere a cambio una insinuación que debe enfrentar.

El disfraz del acoso poco se ve a los ojos de los reporteros, dice Rebeca, no se palpa en el aire, pero está ahí, en las miradas y los mensajes de texto.

«Es feo todo eso, hay personas (policías) que cuando me ven llegar sola, me hacen la plática sólo para sacarme el número de celular, desde ahí empiezan a insinuar, después viene el acoso que se esconde en los mensajes, me condicionan para pasarme información», revela.

Cada vez que suena el teléfono o llega un mensaje al celular, Rebeca advierte primero el remitente, el acoso le ha hecho forjarse carácter y crear sus propios protocolos de protección.

Su trabajo lo ha mantenido pese a las insinuaciones y discriminaciones sexistas desde hace casi 10 años, fue de las primeras reporteras en la fuente de nota roja en el valle de Toluca. También de las primeras que tuvo que sortear el acoso.

«Me han llegado a invitar a salir, reunirme en tal punto para darme información o enviarme imágenes que insinúan cosas sexuales», señala Rebeca, “piensan que uno va aceptar, están locos y está mal nuestra sociedad”.

Su testimonio es anónimo y bajo un nombre postizo, teme las represalias de las «fuentes policíacas», pero le preocupa más que en el Estado de México, una de las entidades con mayor número de feminicidios en el país y delitos de alto impacto, no haya una Ley para la Protección de Periodistas.

También recrimina que las reporteras y fotógrafas de nota roja, no tengan el mismo trato que sus colegas hombres.

El trabajo de Rebeca obliga, por ejemplo, moverse durante las madrugadas a parajes, terrenos baldíos o carreteras a las afueras de la ciudad, donde llega siempre sola. Cargando sólo su cámara y el celular con el GPS encendido. Es uno de sus protocolos, enviar de forma periódica su ubicación.

Usa sobre todo pantalones, zapato de botín y chamarras que le cubren hasta las piernas. No avanza a menos que confirme bien su dato. Las fuentes que tiene de contactos las ha elegido bien y las considera de confianza.

Antes la nota roja no era una fuente de interés para Rebeca, su trabajo estaba en eventos de gobierno y denuncias ciudadanas. Coberturas digeribles para una reportera de información general.

Ir más allá en los temas, y la adrenalina, la acarreó a la nota roja. También contar las historias y ver de cerca la inseguridad de un estado super poblado con 17 millones de habitantes, a la que muchos reporteros le rehúyen… pero no Rebeca, ya que siempre reportea.

Fernanda 

El caso de Fernanda no es muy distinto. Platico con ella en un café, se dio un tiempo para charlar sobre un tema que asegura vive a diario.

Lejos de las calles, de los roces con policías y agentes ministeriales, Fernanda asegura que al interior de las oficinas de redacción de los medios, también prolifera el acoso, como un cáncer impregnado en los escritorios y las voces de mando.

Viene desde los compañeros o desde los jefes, como fue su caso.

«Había ocasiones en que cuando entraba a la oficina de mi jefe me tenía que tapar con las manos el pecho, sus miradas siempre se escondían ahí», recuerda Fernanda.

El acoso al interior del periódico le obligó a dejar de usar faldas y blusas escotadas, a ser cortante y evitar charlas que no tengan que ver con trabajo en las redacciones que ha laborado.

«Alguna vez tuve un jefe que era odioso porque todo el tiempo te hablaba de temas obscenos, chistes negros y con contenido sexual, y siempre con sus ojos clavados en mis piernas o mis pechos», revela Fernanda.

La periodista se abre, porque sabe que en su profesión pocas veces quien redacta es el centro de atención o la noticia, pero tiene la certeza que sobre todo las reporteras como ella, viven infiernos por el acoso sexual.

Este tipo de abuso lo tuvo que soportar mientras duró en el cargo ese jefe, a quien no se le podía decir que no, o ignorar la conversación, por temor a las represalias con guardias nocturnas o censura de notas del día.

Nunca pudo denunciar, pero sí ignorarle y salvar su dignidad de mujer. Es de las periodistas que se siente frustrada porque en su trabajo diario contribuye a resolver casos de ese tipo, pero no en su propia persona.

La iniciativa de Ley de Protección al Ejercicio Periodístico, propuesta en su momento por el gobierno de Eruviel Ávila Villegas, no precisa un apartado para generar protocolos de atención para casos como los de Rebeca y Fernanda.

Ana

Desde un contexto distinto, lo que cuenta Ana lleva a la misma realidad de Rebeca y Fernanda. Ella es una doble víctima de las autoridades.

Hace cuatro meses su esposo desapareció con sus hijos. Ana buscó la ayuda del Centro de Justicia para la Mujer, pero paradójicamente encontró el acoso, más que la justicia.

“El proceso para la atención en el Centro de Justicia obliga a tener contacto con los policías de investigación, a mí me tocó con un hombre que me acosaba, me enviaba mensajes diciendo que le gustaba y quería invitarme a salir, que mi cabello era bonito, de todo hablaba pero menos de mi caso”, recuerda Ana.

Las proposiciones llegan desde los mensajes de texto en el celular o de llamadas que Ana respondía por pensar que había un avance en su caso.

«Yo no lo reportaba porque necesitaba su ayuda para encontrar a mis hijos y él me daba falsas esperanzas», recuerda la víctima.

La situación la soportó un mes, hasta que decidió romper el silencio y solicitó el cambio de policías de investigación, dio detalles de lo que ocurría.

“A muchas chicas que llegamos solas al Centro de Justicia a pedir ayuda seguramente nos pasa, porque nos ven desprotegidas”, revela Ana.

De acuerdo con la Asociación Justicia para la Mujer y su diagnóstico en los 31 Centros de Justicia para la Mujer del país, incluidos los tres del Estado de México; el personal que labora al interior de los centros no es de tiempo completo, ni contratado de forma exclusiva para estos lugares, por lo que tampoco existe un control sobre sus conductas.

Los números del abuso en el Estado de México

De acuerdo con las cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), durante los primeros nueve meses de 2017 se denunciaron ante el Ministerio Público un total de mil 480 delitos sexuales.

¿Qué pasa en Toluca? Los indicadores de delitos sexuales

Las agresiones sexuales, que involucran acoso, se han convertido en uno de los delitos más comunes denunciados en la capital mexiquense.

Este ilícito, de 2015 al año 2016, pasó de 64 hechos a 126 denuncias levantadas ante el Ministerio Público, lo cual significó un incremento de 100%, según información del Sistema Nacional de Seguridad.

En este sentido, de los 25 delitos que más afectan a los habitantes de la capital mexiquense, hay cinco que se cometen con mayor frecuencia en contra de los ciudadanos, entre ellos los sexuales.

Toluca es uno de los 11 municipios que entraron a la Alerta de Género, por absorber el grueso de las denuncias de delitos cometidos en contra de la mujer, incluidos los feminicidios.

Rebeca, Fernanda y Ana tienen presentes estas cifras al momento de salir a trabajar. Ellas conviven con el acoso, pero ayudan a combatirlo relatando su historia.

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