Es 1996 y en algún lugar de Europa ya se tienen las posibilidades técnicas para lograr los verdaderos primerísimos primeros planos; por ejemplo, de la cabeza de una hormiga.
Ese año llega MICROCOSMOS. Se trata de un documental que baja los peldaños necesarios para situar el lente y el micrófono, a una escala uno a uno en el mundo de los insectos.
La cinta francesa, de Claude Nuridsany y Marie Pérennou, no tiene voz en off. Es cine puro y con sólo imágenes, se muestra la enorme complejidad y belleza de la vida en la tierra, a un nivel inaccesible para el ojo humano.
Así, se puede ver tan cerca como es posible, la pétrea forma de una Mantis Religiosa, la textura aterciopelada de las alas de una naciente mariposa, los invisibles aleteos de una abeja, las indestructibles telas de una araña, los brillantes caparazones del escarabajo…
La imagen también se escucha. Se escuchan los pasos secos sobre la arena, el choque de las estructuras de batalla, los mordiscos a las hojas y zumbidos. Miles de zumbidos.
La cinta atestigua momentos insólitos, como la forma en la que beben agua las hormigas, los mecanismos de ayuda mutua de la polinización, las metamorfosis, los camuflajes, los apareamientos coreográficos y los deslumbrantes y psicodélicos colores de atracción y rechazo.
En MICROCOSMOS también se registra un extraño recorrido en fila de decenas de orugas, que terminan vueltas unas contra las otras, en una rítmica y súbita orgia natural.
Quizás, uno de los momentos más deslumbrantes del documental, es el registro del nacimiento de una avispa. Que, recién salida de su capullo, acicala y prueba sus poderosas alas y ya adulta como está, vuela.
MICROCOSMOS es una escala y a esa escala también se narra un repentino cambio en la presión atmosférica, un descenso en la temperatura, viento, truenos lejanos y luego la irrupción de la devastadora lluvia.
La música de Bruno Coulais, se enlaza de forma precisa con la narrativa visual y completa una obra que permite entender de a poco, la valía insustituible de cada uno de los componentes de la existencia en el mundo, desde estos, los muy pequeños, hasta los otros, los que a paso de la evolución, han desarrollado prodigios tecnológicos que nos permiten mirar por primera vez lo que resulta siempre invisible.