Para aquellos periodistas que durante años
han demostrado como baluarte personal,
su razón de servicio con ética y creatividad para fortalecer
a una opinión pública exigente que aspira a la verdad.
Se ha dicho que la política es el reino de lo posible, pero también de lo deseable. ¿Habrá periodismo real dentro de esto posible? Muchos lo niegan, debido a la fragilidad humana que existe en los comunicadores sociales -no en todos por supuesto- la debilidad y fragilidad que los hace sumisos a los dictados del más fuerte, cooptando voluntades y propósitos.
Se considera que el verdadero periodista no es aquel personaje elitista que busca canonjías y privilegios como limosnas a su labor entreguista y de ciertas conveniencias, ofertadas éstas por los poderosos. Más bien el periodista genuino es aquel que orienta su imaginación creativa con razones éticas honrando a la libertad de expresión puesta en sus manos. De esa forma, aceptar el reto ante lo imposible, ante las amenazas y agresiones diversas que pueden llevarlo a la muerte y con ello, al acallamiento de sus ideales.
No obstante estos riesgos, el verdadero comunicador social debe verter sus cuestionamientos firmes en la verdad suprema como bien lo afirma Lorenzo Mayer: “el periodista de vocación debe atacar con valor a los vicios y aberraciones que privan en el poder”. Refiriéndose a los abusos en la forma de gobernar, el tráfico de influencias, los conflictos de interés, los sobornos, los cohechos, la impunidad bajo el paradigma de la corrupción y la indecisión.
Ahora bien, en este acondicionamiento el comunicador social está obligado a la veracidad en sentido estricto, siendo así se podrá decir que su ánimo y sentir… ¡nunca es un mito ni simple simulación!
Aquel periodista cuya genealogía es atributo natural, siempre tratará de ser cooptado en su afán crítico, ansiando que su silencio se adapte a la “ley mordaza”, negándole el privilegio de ser un exponente intelectual de la verdad. Si resiste podrá practicar y estar acorde con lo que afirma el escritor Fernando del Paso “la verdad exhibida en la opinión pública, es claro testimonio de que la palabra escrita es luz de luces en el seno de la sociedad”. En este sentido, el periodista original no debe festinar y alabar los vicios encallados en el poder sea este económico, político o de otras variantes.
Vivimos en la actualidad tiempos de crisis múltiple, donde la víctima resulta ser la sociedad, la misma que se rebela y repudia el hartazgo incubado en la función pública. Ante ese maremágnum de vicios, la misma sociedad exige la existencia de un periodismo activo, crítico y rebelde, así se califica como el crisol inteligente, donde la libertad de expresión cumpla su verdadera misión afianzando la libertad como los derechos humanos.
Para ello, sólo la opinión pública exhibida por periodistas epónimos, podrá aliviar la psicosis colectiva de hoy en día, donde el factor comunicación es y debe ser el que marque las dudas, los presagios tanto del presente como del futuro. Y de esta manera exhibir hasta donde nos ha llevado la llamada plutocracia.
Finalmente podemos imaginar un periodismo con fuerza y directrices lógicas, ya que un periodismo débil y servil, se antoja como la muerte de la opinión pública. La sociedad desea lo contrario: un periodismo que descubra, exhiba las lacras que habitan en los ámbitos del poder omnímodo. Un periodismo altivo, orgulloso de su esencia, y con luces verdaderas, ya que sin ellas toda labor periodística se hundirá en la oscuridad de los tiempos, en la mediocridad lejos, muy lejos de la trascendencia.