Es 1965 y como ocurre en toda Europa del Este, en Checoslovaquia se vive bajo un régimen de control. Ese año, el cineasta Jiří Trnka presenta su último trabajo: el cortometraje LA MANO.
La historia es conocida por la Historia. El conflicto que relata es permanente y muestra la confrontación que se da entre el ejercicio del poder y el ejercicio de la libertad.
Había una vez un alfarero: Un día el artista recibe la visita de una mano cubierta por un guante blanco. La extremidad, cordial, educada, amable como una abuela con su nieto, le pide hacer la estatua de una mano, con forma altiva, solemne y triunfante.
El escultor se niega. Y explica que él no hace manos totémicas. Con el barro que tiene sólo hace macetas para sus plantas.
La mano insiste y comienza un proceso sistemático de hostigamiento con visitas frecuentes, llamadas telefónicas, regalos, promesas monetarias e información televisiva, que dice que la mano, amable como es, también es un puño de hierro.
El artista rechaza las ofertas y contraofertas. Una y otra vez echa de su casa al gestor; hasta que un día, una imagen con ligueros lo seduce y mientras este yace hipnotizado, de forma lenta pero precisa, es puesto dentro de una jaula, sujetado con hilos y convertido en marioneta.
Y allí, en el encierro, obediente, el alfarero comienza a esculpir la mano grandiosa que habla de lo grandiosas que pueden llegar a ser las manos y mientras lo hace, se le otorgan laureles, insignias y dinero.
El cortometraje sale a la luz en una Checoslovaquia habitada por el totalitarismo. Por tanto tiene por sello, la denuncia y el reproche.
La historia, se considera como una pieza significativa dentro de las demandas por la libertad creativa y por las libertades humanas en general.
El gobierno checoslovaco, títere a su vez del régimen soviético, dejó pasar la obra sin mayores observaciones, en parte por el prestigio del autor.
Luego, en 1968, dirigentes de avanzada y la sociedad civil checa, buscaron concretar en este país un “socialismo con rostro humano”.
El movimiento, conocido como “la Primavera de Praga”, pretendía lograr para la sociedad checoslovaca, mayores libertades de participación, expresión, prensa, entre otras.
Sin embargo, ese mismo año, los tanques Rusos y medio millón de soldados afiliados al Pacto de Varsovia, invadieron a los checos y aplastaron toda posibilidad de cambio.
Y así, poco después del fallecimiento de Jiří Trnka en 1969, cada copia del cortometraje fue confiscada y su proyección prohibida por más de 20 años.