Enrique Peña Nieto durante su estancia en la cumbre del G20 celebrada en la ciudad de Antalya, Turquía, el 15 y 16 de noviembre, condenó los ataques terroristas acontecidos en París el 13 de noviembre y que cobraron la vida de 129 personas, incluidas dos mexicanas.
La condena contra los ataques parisinos ha encontrado eco en prácticamente toda la comunidad internacional, pero ¿Qué tan seria es la amenaza del terrorismo islámico en la actualidad?
Cuando se aborda el tema del terrorismo es importante hacerlo desde el plano lógico y racional y no desde el emocional visceral que ha caracterizado a la mayoría de los análisis mediáticos. Existe una tendencia generalizada a limitar las acciones terroristas a una religión y a una región geográfica en específico: los musulmanes de Medio Oriente.
Esto conlleva la peligrosa aceptación de la premisa que aunque no todos los musulmanes son todos terroristas, todos los terroristas son musulmanes, asumiendo que son los creyentes del islam los más propensos a cometer actos indiscriminados de violencia. Los musulmanes son en la actualidad 1.6 billones, 23 por ciento de la población mundial, si todos ellos fueran terroristas, ya hubieran desaparecido a la mitad del mundo.
Un análisis integral de la cuestión terrorista debe partir de una importante premisa: el terrorismo no está confinado a una sola religión, región geográfica o grupo étnico. El terrorismo no tiene religión ni nacionalidad, se presenta en muchas formas, desde el terrorismo de estado, separatista, nacionalista, ideológico, étnico, religioso, patológico, hasta el eco y narcoterrorismo.
Todas y cada una de sus formas conllevan consecuencias desastrosas y deben ser igualmente condenables por la comunidad internacional. Adolfo Hitler, por ejemplo, basó su obsesión de la creación de una raza superior en una visión extrema del Darwinismo y de textos de Friedrich Nietszche; Stalin basó sus purgas comunistas en una visión extrema del marxismo y de textos Leninistas; la gran Revolución Cultural China de Mao Zedong basada en el maoísmo termino con la vida de 45 millones de personas en sólo 4 años; el KuKluxKlan ha linchado a 3 mil 446 negros durante su existencia; las Cruzadas y la Inquisición en nombre de la religión cristiana cobraron la vida de casi 4 millones de personas; los ataques israelíes sobre población civil en Palestina han matado a mil 551 palestinos; los bombardeos sobre Siria han resultado en la muerte de 130 mil 433 personas.
La suma de todas estas muertes es mayor a las que una guerra bajo el nombre del islam ha cobrado. La práctica de actividades terroristas no es una cuestión nueva en la escena internacional. El terrorismo es tan viejo como la política y es una extensión de la misma por otros medios.
El terrorismo como regla es una expresión violenta de la política y que generalmente tiene pocas expectativas de alcanzar sus objetivos debido a su poca influencia en el espectro político. Si un grupo terrorista contara con mucha influencia, no se vería en la necesidad de recurrir al terrorismo. Su principal arma es el miedo, los terroristas necesitan instilar este sentimiento para controlar a sus opositores.
El terrorismo debe llamársele como tal sea cualquiera el que lo lleve a cabo, no se puede ser selectivo en la elección de quienes son o no terroristas, y es igual de importante hacer la distinción entre un pequeño grupo radicalizado y la religión en su totalidad.
La decapitación de James Folley, Allan Henning, los ataques contra Charlie Hebdo y los recientes ataques parisinos no fueron cometidos por musulmanes, sino por jihaidistas; el linchamiento de afroamericanos no fue hecho por cristianos, sino por el KuKluxKlan; las opiniones homofóbicas durante funerales de soldados norteamericanos no fueron hechos por cristianos sino por la Iglesia Bautista de Westboro; el encarcelamiento y castigo corporal de mujeres que practicaron el aborto en Guanajuato e Irlanda no fueron hechos por los católicos en su totalidad sino por una facción radicalizada.
Un estimado del 89 por ciento de la población mundial es creyente de una religión mono o politeísta. No se trata aquí de exonerar a la religión, tanto la Biblia como el Corán y laTorah tienen pasajes altamente violentos e inmorales. La devoción del islam no conlleva necesariamente a la violencia en forma de Jihad, es cierto que aquellos musulmanes parte del Estado Islámico basan su deseo de la creación de un califato en las enseñanzas islámicas, pero el apoyo entre los demás creyentes de esta religión es prácticamente nulo.
Una de las preguntas más comunes cuando se trata la cuestión del terrorismo con tintes islámicos es ¿Cómo se puede evitar la radicalización de jóvenes musulmanes tanto en oriente como en occidente?
Esta pregunta es engañosa en sí ya que apunta en la dirección incorrecta al contener implícito el supuesto que son las meras ideas islámicas las culpables de la radicalización de la población.
Este supuesto suena tan ilógico como culpar a la Biblia de la radicalización del IRA (Irish Republican Army). La mayoría de los jóvenes radicalizados tienen una idea mínima de lo que significa el islam. El lenguaje religioso es usado como un cohesionador social y como un identificador. El IRA utilizó el catolicismo para distinguir quién formaba parte de sus adherentes más nunca fue su ideología, y lo mismo puede decirse del terrorismo con tintes islámicos.
ArunKundnani en su estudio“A DecadeLost: RethinkingRadicalisation and Extremism” menciona la necesidad de investigar las raíces del terrorismo más que sus consecuencias.
La actual visión conservadora de la política ha propagado la generalización de que existe una ideología que per sepromueve la radicalización. Cualquier ideología corre el riego de radicalizarse. Es fácil creer la hipótesis de la radicalización islámica porque es más sencillo creer que lo malvado y barbárico es misterioso y le pertenece al otro no a nosotros.
Queremos creer que nosotros como occidente somos una sociedad ilustrada, civilizada, secular y alejada del salvajismo árabe musulmán. Esta es una característica del ser humano: siempre tratamos de conceptualizar lo perverso como algo alejado a nuestra propia naturaleza.
Lo cierto es que como cualquier otra causa terrorista, la verdadera motivación es la misma: la política. Se debe reconocer que en el caso de Medio Oriente no es la religión la que está creando terroristas, es la política. La radicalización es producto de una política exterior carente de objetivos, estructura, lógica, visión y que ha ido de mal en peor en la región. Las consecuencias no son inesperadas si se conoce la historia de la región durante los últimos 100 años.
Se debe comenzar a reconocer la historia de intervenciones desastrosas y occidente debe comenzar a reconocer su responsabilidad. Todo el terrorismo tiene una base política y persigue el mismo objetivo: un cambio dentro de un particular orden político por medio del uso indiscriminado de la violencia.
El asesinato de civiles es condenable bajo cualquier circunstancia sea en Paris, Siria, Libia, Palestina, Egipto o Rusia, sea producto de una bomba aliada o no. El terrorismo está presente en ambos lados del espectro, Israel ha cometido actos terroristas contra palestinos por décadas; el derribo del avión ruso poco antes de los ataques parisinos causando la muerte de 224 personas, casi el doble de las victimas parisinas, pasó sin mayor condena en la escena internacional. Que no exista cobertura mediática al respecto no significa que occidente no cometa actos terroristas.
¿Puede el terrorismo afectar a nuestro país?
México es uno de los países vulnerables y que pueden ser cruciales en el teatro de acción del terrorismo debido a su larga frontera desmilitarizada con Estados Unidos. El 19 de noviembre 5 paquistaníes, 8 sirios y un afgano fueron detenidos al tratar de cruzar ilegalmente la frontera con Estados Unidos y esta noticia ha avivado los temores de que miembros del Estado Islámico puedan ingresar a territorio estadunidense.
Como resultado de los atentados en Paris, México reforzó la seguridad en aeropuertos y fronteras, pero no ha recibido solicitudes especificas en materia de inteligencia por parte de Estados Unidos.
Existe también el riesgo que pequeñas células radicalizadas capitalicen la amplia red del narcoterrorismo mexicano. De acuerdo con el Índice Global del Terrorismo publicado por el Instituto de la Economía y Paz, México se encuentra en el lugar 44 de 124 de países con mayor actividad a impacto terrorista. A nivel Latinoamérica, México tiene un índice de riesgo de 3.985 ocupando el tercer lugar, sólo detrás de Colombia y Paraguay, por lo que México debe preocuparse por atacar esa vulnerabilidad.
Tanto en el caso mexicano como en el internacional, existe una falla estructural en la actual política contra el terrorismo: no puede ser derrotado por medio del uso de la violencia, sino mediante el uso de organización, experiencia, planificación y propuestas políticas viables que sean capaces de restaurar la paz y estabilidad de las regiones afectadas. El intento de combatir el terrorismo por medio de tácticas militares convencionales sólo ha servido para empoderar a las organizaciones terroristas que han logrado capitalizar el sentimiento de miedo en la población.
Foto tomada de www.lanuevarepublica.org.