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Periodismo Narrativo

Lluvia, conciencia, nostalgia: juego de la incertidumbre ciudadana

Sentada, acodada en la solacidad del sábado, desde la ventana de mi casa observo el centro de la ciudad y, a lo lejos, El Nevado de Toluca. Todavía, después de 30 años, me admiro ante la majestuosidad de los edificios que albergan los poderes de gobierno y me deslumbra la soberbia del Nevado.

Escuchó una llamada a la puerta de mi casa. Un muchacho de cara sonriente me entrega una invitación para participar como funcionaria de casilla para la elección de gobernador del estado. Dice que fui elegida a través de un sorteo de la lista nominal y me siento afortunada. Debo ir a una capacitación para que me expliquen cómo se llevará a cabo el proceso electoral. Leo un manual. Me presento el día que me indican para tomar el curso y dicen que se hará un segundo sorteo. Escucho en voz de jóvenes capacitadores, entusiastas y hasta algo ingenuos, cómo se desarrollará el proceso electoral, qué es un funcionario de casilla y cuál es la responsabilidad que le corresponde. Salgo de ahí pensando que tengo todo para ser funcionaria de casilla y con suerte estaré ahí el día 3 de julio.

Creo que es importante la educación que recibimos. Me congratulo de haber cursado materias como Historia, Civismo y Español, cuando la gramática y la ortografía eran esenciales. De niña me enseñaron a venerar y respetar nuestros símbolos patrios; el Himno Nacional era cantado con fervor y sentimiento; la Bandera Nacional se izaba ante nuestros ojos y se le saludaba con veneración y orgullo. El respeto por nuestros padres, maestros y gente mayor eran el sustento de tranquilidad social. La importancia de respetar a nuestras autoridades y saber que teníamos gobernantes que velaban y luchaban por los intereses de una nación brindaba paz, seguridad y confianza. Nos enseñaron a amar a nuestra Patria y respetar a nuestros semejantes. Por eso, sé que la participación ciudadana es una obligación, pero también un derecho que nos permite la libertad de elección y decisión.

Me designan como primer escrutador y me halaga saber que en nuestras manos se deposita la confianza de millones de ciudadanos. La mayoría no cree en las instituciones, la desesperanza es evidente ante la falta de credibilidad en los partidos políticos. Dicen que todo está fraguado para que gane tal o cual candidato. No es así.

Cuántas veces escuchamos de los fraudes electorales; de los diversos mecanismos que se utilizan para convencer a los ciudadanos para votar por tal o cual candidato, sin conocerlos; sin embargo, muy a nuestro pesar, los conocemos y sabemos de ellos por su nepotismo, corrupción e intereses particulares. Cuántas veces decimos que ir a votar es inútil, porque ya todo está decidido y que todo el proceso electoral es una farsa. Los funcionarios de casilla cumplen con una responsabilidad como ciudadanos, son parte de este ejercicio democrático y me pregunto ¿cómo es que la mayoría de la gente seleccionada se niega a cumplir con este compromiso ciudadano, y después quejarse de las instituciones? No entiendo. Es un derecho y un logro democrático.

Es la segunda vez que participo como funcionaria de casilla y sé que la importancia de la participación ciudadana es esencial en cualquier proceso de elección democrática. Es difícil que en una casilla donde se encuentran funcionarios, representantes de los partidos políticos, observadores y ciudadanos pueda llevarse a cabo un fraude como la mayoría de la gente piensa; el problema es la poca o nula importancia que los ciudadanos dan a este proceso.

Llegó el día. Es 3 de julio de 2011. Antes de las 8 de la mañana nos encontrábamos presentes los funcionarios de casilla. La mañana es fresca y se respira humedad, aún así, ya hay personas formadas. Las casillas se ubican en el patio de una vivienda de la colonia. Nos encontramos con caras conocidas, muchas veces saludamos a nuestros vecinos, cruzamos un par de palabras, y nada más. En este momento, somos compañeros, un equipo de trabajo coordinado perfectamente para ser parte de este proceso electoral donde se elegirá al gobernador del estado.

Asumimos el cargo y funciones que nos habían sido designados. Se instalaron las urnas, se revisó la papelería y tomamos nuestro lugar con mucha seriedad y compromiso. Con cierta desconfianza se acreditaron los representantes de los partidos políticos y observadores, mirando minuciosamente los documentos y los formatos que debían ser llenados para iniciar la jornada electoral.

¡Revisen el número de boletas, por favor!, indica muy serio el presidente -por cierto muy joven-;¿Dónde vamos a estar ubicados?, preguntaban unos; y otros, ¡ahí es muy cerca, pedimos alejen sus sillas! ¡Que se quite la gorra azul!, ¿Por qué, si no dice nada?, ¡Dijimos que sin colores ¡ ¡Les pedimos su colaboración para que esta jornada pueda realizarse en orden! ¡Nada de colores y tomen sus lugares! Mientras, afuera, la gente miraba con inquietud, esperando se le indicara el momento de ingresar.

En sus marcas… listos… fuera. A las ocho en punto dio inicio la elección. Caras recién lavadas, olorosas, sonrientes llevaban en la mano su credencial de elector y esperaban ser localizados en la lista nominal. Algunos regresaban de misa, otros preparados para salir de domingo familiar o de hacer sus compras para el almuerzo. En primera fila, la señora que vende cecina en el mercado ¡Qué bueno que ya empezaron, tengo que abrir mi puesto! Mientras, en las mesas, en la lista buscábamos a los electores, entregábamos boletas –¡por favor pasen a las mamparas a marcar su voto!, ¡las urnas están de este lado! No pueden pasar dos personas! Después de introducir el voto en la urna, se entregan las credenciales y se entinta el pulgar derecho. ¡No me ponga mucha tinta, tengo que hacer el almuerzo y no puedo usar así el dedo! ¡Ni modo que venga a votar otra vez!, ¡no quiero que me pinten el dedo! Disculpe pero tenemos que hacerlo, gracias por su comprensión.

Es curioso el comportamiento humano. En una hora de convivencia, los representantes de los partidos políticos platicaban animadamente. Fuera colores, fuera candidatos y partidos, se trabajaba en un interés común, saludan a sus conocidos con un poco de timidez, ¡qué bueno que vinieron a cuidar los votos!, ¡abran bien los ojos!, ¡suerte!

Eran las 10 de la mañana y la votación era constante. ¡Soy María García, aquí está mi credencial! Si, permítame un segundoya aquí está. ¿María o Mariana? ¡María, Mariana era mi hermana y murió el año pasado! ¡Ya ves mamá, dicen que aquí votan hasta los muertos! No hay ningún problema, las boletas que sobran se cancelan, usted tenga confianza en nosotros. Los representantes de los partidos políticos escuchan con atención, y después continúan con la plática interrumpida.

¡Ya hace hambre! ¡yo traje tortas, no hay para todos pero las compartimos! ¡Gracias, mientras me mandan mi desayuno, cuando lleguen te doy del mío! ¡Si, no hay problema, hasta donde alcancen! Afortunadamente, siempre desayuno antes de salir de casa. Aunque con la atención que debemos darle a la gente, no tenemos mucho tiempo de pensar en comida, por lo menos los funcionarios, los demás tienen la oportunidad de salir, algunos se van turnando con los suplentes para comer o ir al baño.

Es mediodía, el olor a humedad aumenta y se siente una brisa suave y fresca. Las nubes anuncian lluvia. La gente sigue votando, aunque es menos frecuente que en la mañana. Pensamos que podría ser por el partido, por las compras o el clima. Hay momentos libres que aprovechamos para platicar con nuestros compañeros de mesa. Vecinos de los cuales no sabemos nada, sólo que viven en la misma calle, o que son los que rentan las sillas, o la esposa del arquitecto, la dueña de la tienda, la de la cecina, la de las tortillas y entonces… siempre la veo muy seria, a veces pienso que está enojada. No, lo que pasa es que llego tarde del trabajo y no tengo mucho contacto con nadie, ¿cuántos hijos tiene?, ¿de qué edad?, ¿estudian o trabajan? ¡Yo si la he visto, mi hija estaba con su hijo en la secundaria, la veía en las juntas! Me pongo a pensar que son muchos años saludándolos y no sabemos ni los nombres. Nuestros hijos han coincidido en las escuelas, en el catecismo o juegan futbol juntos en las calles, y nosotros encerrados en un mundo de responsabilidades y obligaciones, sin tener convivencia con ellos.

¡Hola, qué tal! ¿Le tocó cuidar las casillas?, pues sí, ¡qué bueno, así sabemos que nuestros votos son seguros!, ¿ya comió?, ¿le traemos un refresquito o algo? No se preocupe, gracias, en un momento me traen algo de comer. ¡Bueno, aquí estamos a un ladito, si quiere algo me avisa, cuídese hasta luego, salúdeme a su esposo! Se siente bien  saber que la gente todavía confía en algunos ciudadanos y que su elección está protegida. Son las tres de la tarde y uno que otro llega a votar. Empieza a llegar mi familia, que se reúne todos los domingos a la hora de la comida. Especialmente hoy que cumple años mi compadre. ¿Qué onda? ¡Nosotros en fiesta y tú aquí!, ¿una chelita?, ¿Dónde nos toca?, es en la contigua, está por apellidos. ¡Ahhh! ¡Bueno nos vemos al rato! ¡Ahorita te mandamos algo de comer! Hasta este momento empiezo a sentir el movimiento en mi estómago. La manzana y las galletas me las fui comiendo poco a poco, cuando no había tanto movimiento.

Llama mi atención una mujer que con un bastón se apoya al caminar. La entrada es un poco difícil, es tierra y hay una bajada, la señora se sostiene con dificultad. Dos niños la acompañan entre siete y nueve años de edad. ¡Vamos abuela, yo te cuido! ¿Por quién vas a votar? ¡El voto es secreto, eso no se dice! ¡Déjame votar por ti! ¡Bueno pero yo te digo por cual!, dice el más pequeño. ¡Votaremos los tres!, ¡pues si porque mi papá ya te dijo por quién! ¿Verdad abuela? La señora muy sonriente, muestra la credencial, le entregamos su boleta, atrás de la mampara por favor. Uno de los niños toma la boleta, mientras el otro, ayuda a la mujer a acercarse a la mampara. El menor regresa con la boleta doblada, la deposita en la urna, y muy sonriente nos dice, ¡ya sabemos quién va a ganar! Sólo nos miramos unos a otros. El que sigue, su credencial por favor.

Las nubes cada vez se ponen más negras. ¡Va a caer un buen aguacero!, dice la secretaria de la mesa, que además vive a tres casas de la mía. Es verdad, pienso. Veo la lista nominal y todavía no vota ni el 50% de electores, a pesar de que durante la mañana el movimiento era fluido. ¡Supongo que ahorita mucha gente está comiendo, después de la comida van a venir! Lo dudo, empiezan a caer las primeras gotas y la inquietud se hace evidente en los rostros de los representantes de casilla. ¿Cuántos han votado? ¿Faltan muchos? Miramos las listas de votantes y observamos las boletas en limpio, si, todavía faltan, pero confío en que vengan en un rato.

Empieza a llover y el dueño de la casa escarba haciendo unos canales, para que el agua no se concentre en el centro del patio. ¡Debemos mover las mamparas, el agua se está escurriendo por las orillas! La lona que se colocó no cubre totalmente el espacio y empieza a caer el agua por todos lados. Movimiento de sillas, mesas, mamparas, con el fin de resguardar la papelería que tenemos en nuestro poder. Mientras, el tiempo pasa, y la afluencia de la gente es cada vez menos. Me pregunto, ¿cómo podemos exigirle al gobierno, que atienda nuestras necesidades, si no cumplimos con este compromiso ciudadano?, además, esto no es seguido, es cada tres o seis años. Entiendo que hay cosas más importantes, como el futbol, los juegos de video, una comida de cumpleaños, la televisión o sencillamente las inclemencias del tiempo.

¡Van a venir cuando falten 10 para las 6, así somos los mexicanos todo a última hora!, ¡los espantó la lluvia!, ¡con este aguacero quien va a salir a la calle! Van llegando a votar a cuentagotas. Son cinco y media y veo que son muchas boletas en limpio. ¡Cuánta apatía, desinterés y egoísmo! Ni modo, esto es así, y lo único que puedo sentir es tristeza y decepción.

¡Cuidado no se vayan a caer, está muy resbaloso y hay mucho lodo! Llega una familia corriendo. ¡Mamá agárrate de mí! Tres jóvenes con sus padres bajan de una camioneta, ¡todavía llegamos!, ¡ten cuidado mamá! ¡Denle la mano a su hermana, yo veo a su mamá!

6 de la tarde. La votación terminó. Nuevamente los representantes de los partidos políticos toman una actitud de suspicacia, en sus rostros se denota la ansiedad y en algunos la alegría porque saben o sienten, que lograron el triunfo. En otros, la resignación y en algunos más, la indiferencia. Afuera, hay ansiedad. Ciudadanos y observadores esperan los resultados.

¡Señores representantes, las boletas sobrantes serán canceladas e inmediatamente después abriremos las urnas para hacer el conteo de votos! ¡Solicitamos se acerquen para que sean testigos de lo que se va a realizar! Una a una se va haciendo la cancelación de las boletas y desearía que hubieran sido menos. Lástima. Se siente un hormigueo en las manos cuando van saliendo los votos de las urnas, sabemos que en este proceso se verá el resultado de la participación de los ciudadanos. Se separan las boletas por partido político, votos cancelados con diferentes leyendas escritas por los ciudadanos, algunas las rayan en su totalidad, otros, sencillamente las dejan en blanco. Los representantes miran atenta y minuciosamente. ¡Ganamos! ¡Fue poca la diferencia!¡Pues, bueno, Felicidades!.

Sin embargo, nuevamente el abstencionismo y la indiferencia fueron superiores al esfuerzo de miles de ciudadanos, que con la esperanza de contribuir en el desarrollo democrático del país, se esfuerzan en realizar un trabajo honesto, responsable y transparente.

No deja de llover. El agua corre por nuestros pies, respiro el olor a tierra mojada y recuerdo mi niñez con mi abuelo en los campos petroleros, en los estados de Veracruz, Tabasco y Chiapas, ahí sí que llovía. ¡Qué aromas! no sólo era tierra, naranja, caña, azúcar, tabaco, café, todo en comunión que hace de la naturaleza y la humanidad la conjunción espiritual del hombre. Pienso que me gustaría ser un pedacito de viento que busca donde colocar la semilla para hacer crecer la esperanza, la ilusión, la conciencia ciudadana y así transformar la esencia de mi entorno, erradicar el egoísmo e indiferencia de los residentes de mi país y de este estado que alberga mis sueños, a mi familia y trabajo.

El Espejo.

*Narración que obtuvo mención honorífica en el Concurso de Narrativa sobre la experiencia de los funcionarios de mesa directiva de casilla del proceso electoral 2011, IEEM.

**El texto se publica con autorización de la autora.

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