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Periodismo Narrativo

“Mi papá es periodista… no los maten”

El asesinato del periodista Javier Valdez, fundador del semanario Río Doce y corresponsal de la Jornada, ha detonado una serie de protestas entre reporteros y trabajadores de los medios de comunicación. El 19 de mayo periodistas del Valle de Toluca exigieron detener los ataques contra la libertad de expresión. Esta es la crónica.

 

– ¿De qué es la manifestación?, pregunta un menor que ve al puñado de periodistas guarecidos en los arcos de Palacio de Gobierno, mientras lejanos relámpagos coronan el aguacero que arrecia en el centro histórico de Toluca.

– Es por el asesinato de un periodista, contesta otro infante que le supera en edad.

– ¿Con pistolas?, revira el primero.

– Sí, le insiste el otro.

– ¿Pensaba que eran de juguete?, concluye el menor que ha iniciado las preguntas.

Sin saberlo el diálogo ilustra el juego de los periodistas mexicanos. Viven en un país donde es constante la escalada de violencia e inseguridad, sin embargo, insisten en escribir historias que apuntan a la verdad, como si existiera el ambiente propicio para hacerlo, como si las pistolas fueran de juguete.

La tormenta impide la protesta sobre la Plaza Cívica de Toluca. Uno a uno van llegando los periodistas a las puertas de Palacio de Gobierno, serán una media centena, tal vez más, incluyendo a los agentes de la Secretaría de Gobierno y funcionarios del Congreso local, quienes ahora son los que toman notas y fotografían a los reporteros.

Después del aguacero, la noche es inminente. Los periodistas son su propio refugio. Forman las veladoras en cruz, sacan las cartulinas con distintas leyendas, comienzan los primeros gritos de “¡Justicia!”, “¡Justicia!”; las fotografías de los corresponsales de la Jornada, Javier Valdez y Miroslava Breach pasan de mano en mano, dos periodistas escenifican la tragedia de los caídos, no dicen nada, van cubiertos de cadenas, mordazas, una cruz los enmarca. “Si me matan fue el Estado”, escribieron sobre ella.

No es tiempo de silencio. “¡Ni uno más!”, “¡Ni uno más!”, gritan los periodistas, mientras seguramente piensan en ellos mismos, en sus familias, en que pueden ser valientes, pero no tanto; en que son ciudadanos normales, en que ese viernes no deberían estar en las puertas de Palacio de Gobierno, en que deberían estar trabajando en sus redacciones… y tal vez, en que las pistolas deberían ser de juguete.

“Hoy cada vez son más frecuentes las agresiones, incluso de parte de las autoridades”, advierte el periodista Mario Vázquez.

Antes el corresponsal de la Jornada en Toluca, Israel Dávila, marca el “Ya Basta”. Lee el documento que define la posición de los periodistas del Estado México, posición que ya se ha definido en otras protestas realizadas en Ecatepec, Tlalnepantla y Texcoco.

“La escalada de violencia que se vive en el país ha subido de tono”, advierte, “pero sacude más duro al periodismo y sobre todo a los periodistas comprometidos”.

Viene el recuento del terror. El asesinato de Javier Valdez Cárdenas en Culiacán, Sinaloa, fundador del semanario Rio Doce y corresponsal de la Jornada; el ataque a la subdirectora del semanario El Costeño, Sonia Córdova, de Autlán, Jalisco; y el homicidio de su hijo. Todo ocurrido el 15 de mayo, día que pasará a la historia por el mayor número de agresiones a periodistas mexicanos, como si el país estuviera en guerra.

El escrito que lee Israel Dávila apenas fue modificado hace unas horas. Esa misma tarde se difunde el secuestro de Salvador Adame, director del canal 6 en Nueva Italia, Michoacán. “¡Ya basta!”, es la consigna. “Amar una profesión no es un delito” dice otra pancarta.

En el Estado de México está fresca la agresión y vejación contra la periodista de Reforma, Iris Velázquez. “Hay presiones y censura de distintas formas: intimidaciones de funcionarios y de personal de seguridad”.

Para la Comisión de Derechos Humanos sólo hay reclamos. “Que cumpla, que no se convierta en un elefante blanco”.

En la Plaza ha dejado de llover. Pocos ciudadanos se acercan en ese viernes de consignas con olor a cera quemada. Es una noche donde la memoria duele, irrita, molesta.

Mary Carmen Aguilar, periodista que sabe de los riesgos en la zona calentana del sur del Estado de México, recuerda las noches terribles. Las muertes de los periodistas mexiquenses Selene Hernández, Ángel Castillo, Miguel Ángel Bueno…enmarcadas por la sospecha, impunidad, olvido.

Los nombres de ellos están escritos en el libro “Tú y yo coincidimos en la noche terrible”, libro editado en 2012. Narración de las muertes y asesinatos de periodistas mexicanos en un intento por detener esa ola que sigue llevándoselos.

La protesta culmina con una marcha alrededor de la Plaza Cívica. El tiempo sigue sin ser propicio para los pasos de los periodistas. Justo cuando salen de su refugio en los arcos de Palacio de Gobierno regresa la lluvia. No importa, hacen la caminata en un zócalo completamente vacío.

Las consignan amainan. Los periodistas guardan mantas y cartulinas, en algunas el agua ha difuminado la tinta. Una pancarta resiste el mal tiempo que ha perseguido a los manifestantes durante esa jornada contra el olvido.

“Mi papá es periodista, ni uno más, no los maten”, reza la leyenda en esa noche donde más de uno quisiera que las pistolas fueran de juguete.

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