Dos casos para reflexionar.
- En 2013, el ex campeón de la Fórmula 1, Michael Schumacher se retiró de las pistas por motivos de salud, y apenas en abril pasado, la revista alemana Die Aktuelle, publicó una supuesta entrevista concedida por el ex piloto.
- El Irish Times en Irlanda publicó un artículo firmado por Adriana Acosta Valdez, quien se presentó al medio como inmigrante que quería escribir sobre vida saludable.
En ambos casos, los textos publicados resultaron ser falsos. En Alemania, la familia de Schumacher inició acciones legales contra la publicación, mientras que en Irlanda el diario ofreció disculpas a su audiencia.
Y en ambos casos, los textos publicados fueron producto de la Inteligencia Artificial.
Esto se suma al caso de una persona que ganó un premio de fotoperiodismo con una imagen creada por IA y dijo que lo había hecho para abrir una discusión mundial sobre los riesgos de que la tecnología pueda invadir con falsedades lo que se difunde en los medios de información.
Ciertamente la IA ha abierto la discusión desde diversos frentes; desde las trampas que cualquier estudiante pueda cometer a la hora de hacer sus tareas escolares hasta la creación de obras de arte.
En el caso del periodismo hemos advertido sobre el riesgo de crear noticias sobre hechos que nunca han ocurrido y con ello mentir y manipular deliberadamente a las audiencias a través de plataformas que generan contenido a través de la Inteligencia Artificial.
Sin embargo en estos dos casos recientes de Die Aktuelle y el Irish Times, no se puede culpar sólo a la IA de lo sucedido.
En este espacio hemos dicho muchas veces que el periodismo profesional exige verificar, documentar, contrastar, confirmar y revisar cada dato que publicamos.
Al mismo tiempo, todas las fuentes vivas y documentales que utilizamos deben pasar por este estricto ejercicio de verificación.
Lo que da validez a las fuentes no es lo que nos dicen, sino lo que verificamos de ellas en principio para darles credibilidad.
Cualquier medio, editor y editora debe tener la suficiente responsabilidad y capacidad profesional para confirmar quién es la persona que quiere colaborar; si realmente tiene los conocimientos y experiencias que dice tener y de hecho, confirmar que realmente existe.
Bajo ninguna justificación es válido que un medio publique cualquier información y luego quiera ponerse en papel de víctima acusando que le engañaron y que todo es culpa de la Inteligencia Artificial.
Créame usted que antes de leerme cada semana, mis textos pasan por una sesuda revisión por parte mía, claro, y de mis editores y editoras de este medio, como sucede con cada uno de los contenidos periodísticos que difunde. No hacerlo es faltarle el respeto a usted como audiencia.
La Inteligencia Artificial no puede ni debe sustituir al ejercicio profesional del periodismo, pero sí puede ayudar a identificar a quienes no hace bien su chamba.
Usted que lee estas líneas puede tener la tranquilidad y la certeza de que el humano llamado Andrés Solis es quien redactó cada palabra y este texto no es producto de ningún algoritmo.