Sentada en la sala de capacitación, en su primer día de trabajo, se encuentra Shula.
Ella es originaria de Chunhuás, un pueblo perteneciente al municipio de Felipe Carrillo Puerto, en el Estado de Quintana Roo. Atenta, escucha un mensaje que le tienen preparado sus nuevos compañeros de trabajo, como parte de una actividad de integración para el nuevo personal.
En ese momento, la señora Julieta toma una hoja y se dirige a Shula, diciendo:
Kimac ola. Ic ojel a yuaax kiniil
a meyauj yeetel j tsi boltaj xictech jach
utsti iep psibil a kuxtal.
Jash ta klimac ick udeolal tu men
yuaax yeetmeyajoob nech. Ick tucklilk
ubin malob yaab kiin.
Tick cgaolab ick tsitic teech e taan mamal taan utial u yu kool
e taanoob ta shikin ti a wuu yik ye teek ka wensiik ta puck si kaal
ti u bin tu lakaal kin.
“Shula:
Bienvenida. Sabemos que es tu primer trabajo y deseamos que te vaya muy bien en esta etapa de tu vida. Nos sentimos orgullosos de ser tus primeros compañeros y esperamos que así sea por mucho tiempo.
Decidimos escribirte este mensaje en tu lengua materna para que estas palabras entren en tus oídos y bajen hasta tu corazón para siempre.”
Después de escuchar el mensaje que le han dedicado sus compañeros, Shula se seca una lágrima que cae por su mejilla y les responde de esta manera:
-Muchas gracias. Yo entiendo el maya y entendí su mensaje, pero yo no hablo esta lengua.
Shula tiene 19 años recién cumplidos. Es una joven de piel morena, que apenas rebasa el metro con cincuenta centímetros de estatura. Su cara redonda, decorada por unos ojos negros muy brillosos y unos pómulos prominentes, así como su nariz aguileña, son signos inequívocos de que Shula ha heredado los rasgos físicos propios de la antigua civilización maya.
La joven ha tenido que poner en espera su sueño de formarse, algún día, como ingeniera en industrias alimentarias, dada la necesidad urgente de aportar a la economía de su hogar.
El producto del trabajo como albañil de su padre, José, y las tortillas de mano que vende su madre, Naret, no resulta suficiente para cubrir todas las necesidades del hogar, integrado, además de Shula, por sus dos hermanos. Ella, como miles de jóvenes del Estado de Quintana Roo, ha tenido que emplearse necesariamente en la industria hotelera -sector que representa una fuerte aportación al Producto Interno Bruto de este estado y, por ende, del país-, pero dejando atrás su hogar, sus amigos y, entre tantas otras cosas, una parte vital de su identidad cultural: la adquisición de lengua Maya.
Y es que, según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), los actuales procesos de globalización son una de las principales amenazas hacia las lenguas en peligro de extinción. Esto debido a que las necesidades personales, sobre todo económicas, obligan a los individuos más vulnerables a alejarse de sus raíces sociales, buscando adaptarse a un entorno artificial, como lo es el turístico, y dejando en un segundo plano su lengua original.
De hecho, la sociología y la etnografía han demostrado que los migrantes resultan, a largo plazo, afectados hasta cierto punto por el trauma derivado de la aculturación, al hacer uso obligatorio de una lengua o idioma diferente al de su origen, tanto como por el inminente paso del tiempo, ya que la lengua sigue evolucionando y en su transformación se van generando nuevas palabras, locuciones, giros, etc.
«En el momento en que comienzas a aprender otro idioma, los dos sistemas comienzan a competir entre sí», afirma Monika Schmid, lingüista de la Universidad de Essex, en Inglaterra.
Una de las principales causas de la extinción de las lenguas originales en nuestro país es la discriminación, dirigida en contra de la población indígena que las representa; motivando el que durante generaciones se haya acostumbrado el ocultar su uso abierto en sociedad y reduciendo su ámbito de práctica a lo íntimo, al hogar, con la familia. Factores como la segregación, la violación de los derechos humanos y lingüísticos, entre otros, han tenido gran responsabilidad en la pérdida de muchos idiomas mexicanos.
Como ejemplo de ello, a pesar de ser la segunda lengua indígena con el mayor número de hablantes en el país, el maya es una de las principales lenguas que se encuentran en peligro de extinción en nuestro país. Según la ONU (2020), como promedio, cada dos semanas una lengua materna desaparece en el mundo, llevándose consigo todo el patrimonio cultural e intelectual acumulado por incontables generaciones.
Y es que a pesar de los esfuerzos de los estados de Yucatán, Quintana Roo y Campeche por establecer políticas de conservación de la lengua maya, aún no se han logrado establecer mecanismos efectivos para fomentar el estudio y la enseñanza de la lengua.
Así, en el marco del Día Internacional de la Lengua Materna (21 de febrero), la directora general del Instituto para el Desarrollo del Pueblo Maya y las Comunidades Indígenas del estado de Quintana Roo (INMAYA), Amada Moo Arriaga alertó sobre los riesgos del desuso y abandono del maya.
“Se estima que existe un rezago de más del 30 por ciento del uso y costumbre de las lenguas maternas en la localidad”.
Pero ¿qué importa si una lengua, aparentemente olvidada y hablada por unas pocas personas “en un rincón del mundo”, deja de existir?
Algunos investigadores argumentan que la pérdida de una lengua original, al igual que la pérdida de especies, es simplemente un hecho de la vida en un planeta en constante evolución.
Pero también abundan las opiniones contrarias. Para los abuelos mayas “un pueblo que ya no tiene lengua no existe”, y es que las lenguas han sido a lo largo de la historia un conducto del patrimonio de la humanidad. La lengua en sí es a menudo la única manera de transmitir canciones, historias y poemas entre los miembros de una comunidad. ¿Cuántas tradiciones mayas no llegaremos a conocer sólo por no ser registradas antes que desaparezca su lengua ancestral?
Actualmente, las generaciones mayores a Shula entienden y hablan muy bien el maya.
Ella lo entiende, pero no lo habla y tampoco lo escribe. En unos años más, de continuar esta tendencia, las próximas generaciones lo entenderán cada vez menos y quizá no podrán ya hablarlo, salvo unas pocas palabras.
Hoy, INMAYA promueve la preservación del idioma maya original mediante talleres en Derechos Humanos a indígenas, con el propósito de sensibilizar respecto de la importancia que tiene preservar esta lengua.
No obstante, el caso de Shula muestra que son necesarias políticas públicas transversales, que logren detonar efectivamente la implementación y preservación de la lengua original, tanto hablada como escrita, en los diversos aspectos de la vida social, como pueden ser el empleo o las actividades económicas colectivas, haciendo hincapié sobre los valores de la no discriminación, la tolerancia y la difusión del patrimonio lingüístico mexicano.