Con una inversión anual del gobierno estatal, superior a los mil millones de pesos, para combatir el hambre y mejorar la alimentación, en el Estado de México el asistencialismo y donativos privados siguen siendo una opción para miles de mexiquenses que ven lejana la posibilidad de remontar su pobreza.
Angélica Espinosa Vergara quiere irse de México.
Vive en cuarenta metros cuadrados levantados en un espacio de bondad que le presta su suegra. Paredes incompletas de tabicones, palos, tejas, plásticos y muebles inservibles son los materiales que construyen su vida diaria al lado de su hijo Yaair Martínez Vergara. Él tiene 10 años de edad, nació en Estados Unidos y presenta retraso mental.
En la única recamara que puede caber en ese espacio lucen en la penumbra las 29 pulgadas de la televisión digital que el gobierno de México le dio para enfrentar el apagón analógico.
Pero los sueños de Angélica van más allá de esas pulgadas de ficción, quiere volver a recorrer los cientos de kilómetros que la separan del suelo estadounidense… y de la esperanza, que parece no abundar en territorio mexicano.
Por la mañana llevó a Yaair al centro de atención múltiple (CAM), “la ecuela”, como él dice. De regreso a su casa de Santiago Miltepec en la Ciudad de Toluca compró una Coca-Cola de dos litros para recibir a las personas del Banco de Alimentos que la visitarían. Institución de asistencia privada que semanalmente le entrega un paquete alimentario, único apoyo social que aparece en el solitario patio donde se levanta su morada.
En cuanto los pasa al corredor de poco más de un metro ancho que sirve de cocina y entrada a su recamara saca el monumental refresco del refrigerador que está al fondo, único recuerdo sobreviviente de su trasiego en Estados Unidos.
– En 2003 me fui, aquí no había oportunidades, en ese entonces yo tenía a mi esposo, yo tenía una casita en Santa Cruz Atzcapozaltongo, la vendí para los pasajes en 70 mil pesos, era chica.
La ruta por México no fue complicada. En Agua Prieta Angélica y su pareja Fausto Martínez encontraron un pollero; el cruce clandestino fue por el municipio de Naco, Sonora, rumbo al desierto de Arizona.
La originaria de Zacapu, Michoacán, caminaba junto con otros 11 migrantes, 15 días evadiendo a la patrulla fronteriza. Aun así la suerte le seguía.
– Nos fue bien, los polleros fueran buena gente, nos daban agua, comida, así rodeando, en el día nos metíamos debajo de los matorrales y en la noche a caminar. Nos encontramos a la migra y afortunadamente eran unos jovencitos que apenas estaban aprendiendo, nos apuntaron con los rifles, les dije que no dispararan y nos echamos a correr.
El segundo punto de embarque fue Phoenix, Arizona. Ahí cargó la camioneta de migrantes al estado de Misuri. Al bajar de ese transporte Angélica se llamaba Edna San Miguel, nombre de telenovela, admite y sonríe ahora la vecina de Toluca. Al fin papeles comprados de manera ilegal para sostener una vida en Estado Unidos.
En Misuri la estancia duró un año, el tiempo justo en el cual vencieron sus papeles. Momento que los obligó a trasladarse a Chicago, donde pudieron trabajar con sus nombres verdaderos, pero con seguros falsos de hasta 200 dólares, gastos que se llevaron hasta el último peso que llevaban de México.
– Ahí es trabajo puro de limpieza, empacados, pagan muy poco. En Chicago estuvimos seis años.
En 2006 nació Yaair, le diagnosticaron un retraso mental, pero al ser ciudadano estadunidense el gobierno le podía dar un un apoyo mensual de 900 dólares, recuerda Angélica.
Para 2010 el alcoholismo de su pareja provocó que sufriera un accidente automovilístico. Revelada su estancia ilegal fueron deportados con su hijo, aún sí el saldo era favorable, regresaban con una camioneta y dinero para comprar un terreno, sin embargo, el desierto les esperaba nuevamente, ahora en su propia patria.
Apenas retornaron a la capital mexiquense fueron víctimas de un fraude cuando intentaron comprar media hectárea en la comunidad de San Diego de los Padres. La persona a la que entregaron 150 mil pesos negó la compra y vano fue ir a la Procuraduría del Estado de México, pues si el Ministerio Público no investiga, mucho menos cuando no hay pruebas. “Se aprovecharon de su buena fe”, les dijeron y el caso quedó ahí.
Su esposo ya no vive con ella, el alcoholismo lo lleva a perderse por varios meses, regresa a veces, pero es un hecho su ausencia.
Angélica trabaja en una fábrica de plásticos donde gana 3 mil pesos mensuales y su cuerpo le comienza a cobrar facturas pasadas, hace una semana le detectaron presión alta y miomas. El descanso fue prescrito por el médico a reserva de más análisis.
Tiene otros dos hijos mayores, pero están distanciados desde que nació Yaair, quien es su único mundo. Desde que regresaron de Estados Unidos lo ha llevado a cuanta terapia sea posible, incluso se ha peleado con doctores del DIF por negarle una tratamiento para el lenguaje.
– El doctor me dijo que era como tirar a la basura la terapia, ¿pero cómo si el niño necesita del lenguaje?, el doctor no me lo quiso dar. Yaair habla, como niño pequeño pero sí habla.
Los programas sociales del gobierno federal o estatal son escasos, hace 15 días fue encuestada para el programa de Prospera en espera de recibir un apoyo; del gobierno del Estado de México lo máximo que ha conseguido es la promesa de unas tejas para el techo de su casa.
En esa precariedad y ausencia de apoyos gubernamentales, la opción que le dio una trabajadora social fue el Banco de Alimentos del Estado de México.
Así conoció esa institución privada de asistencia social que semanalmente le regala alimentos producto de donaciones en efectivo o en especie. Ya son cinco meses que está recibiendo productos como frijol, lenteja, verdura y fruta, que le sirven para completar su gasto diario.
¿Esto le permite ahorrarse algo de dinero?, se le pregunta.
– Pues ahorita no he ahorrado nada porque no estoy trabajando, responde ironizando de sus propias carencias.
Pero otra urgencia de Angélica, quien ronda los 50 años de edad, es la renovación del pasaporte de Yaair, quien sigue siendo ciudadano estadunidense. En espera de alguna ayuda económica el 17 de febrero, vía la Coordinación de Atención Ciudadana, le mandó una carta escrita a mano al Gobernador Eruviel Ávila Villegas. Hoy sigue esperando que alguien le conteste.
– Mejor quisiera irme otra vez a Estados Unidos, allá dan apoyos a personas con alguna discapacidad, hay riesgos, pero mejor me iba de aquí con mi hijo, confiesa Angélica con una risa nerviosa que acumula años de frustración.
Sin apoyos
Paula García González tiene 49 años de edad, vive en Calixtlahuaca, está enferma de soriasis y cáncer de piel. A su esposo hace un año le dio una embolia que le inmovilizó la mitad del cuerpo.
– Antes él me cuidaba a mí y ahora yo lo cuido a él, dice mientras recoge su paquete de productos en el Banco de Alimentos. Su caso también es considerado especial por lo cual recibe cada semana un apoyo alimenticio sin ningún costo.
Al igual que Angélica, Paula no es beneficiaría de algún programa social del gobierno federal, estatal o municipal.
– Fui al DIF municipal, no me lo dan, me dijeron que eran muy jóvenes, mi esposo tiene 51 años y yo 49 años, y sólo me dieron una despensa. Por eso me he quedado aquí, lo que me dan me alcanza gracias a Dios para toda la semana.
Tiene tres hijos mayores que no pueden darles mucha ayuda, uno trabaja de mesero en Querétaro, otra es religiosa en Cuautla, y la tercera la mantiene su esposo.
Los ingresos en la casa de Paula se componen de 600 pesos mensuales que le dan como pensión a su esposo, quien trabajaba de vigilante, más lo que ella puede ganar con la venta de dulces y chalecos tejidos. “Eso me va ayudando para tener un poco de dinero”, dice.
La mayor parte de su tiempo la ocupa para sus tratamientos, su esposo al Centro de Rehabilitación del DIF estatal, y ella una Hospital de Dermatología del Distrito Federal, donde la someten a fototerapias, pero debe comprar medicinas y cremas bastante caras. “Sólo cuando vamos a México gastamos 500 pesos”, expresa antes de retirarse de la bodega donde se surte de los productos que le ayudan a paliar el hambre.
Lejos de todo
En la comunidad de Mayorazgo, en el municipio de Almoloya de Juárez, Sandra Echeverría Sánchez, de 25 años, representa a un grupo de madres de familia que quincenalmente pagan 53 pesos por un paquete alimenticio del Banco de Alimentos.
Aseguran que tampoco son beneficiarias permanentes de algún programa social del gobierno estatal o federal.
Para ellas los trabajos más comunes son el campo e irse a Toluca como empleadas domésticas, mientras sus parejas son en su mayoría albañiles, con salarios mensuales de entre 2 mil 500 y 3 mil pesos.
Sandra estudió hasta la secundaria, tiene dos hijos y admite recibir un apoyo de Prospera para los uniformes de su hijos, en promedio 600 pesos bimestrales, a lo cual suma su ingreso como empleada doméstica de 2 mil 800 pesos mensuales.
No tiene casa propia, vive con sus padres, pero al igual que sus otras vecinas no ve una opción de mejora económica a corto plazo.
“No lo creo, mi esposo no estudió, para que tenga un mejor empleo no”, reconoce Rocío de Jesús Velázquez, cuya pareja es albañil.
Los datos
Son los rostros de la pobreza, cuya dimensión estadística se aprecia en el estudio de la “Medición de la Pobreza en México 2014”, del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval).
De acuerdo al informe en el Estado de México de 2010 a 2014 ha aumentado la población en pobreza, que agrupa a las personas en pobreza moderada y extrema.
Los mexiquenses en pobreza se incrementaron de 6 millones 712 mil 100 a 8 millones 269 mil 900, lo cual significa que al cierre de 2014 se sumaron a la lista de la pobreza un millón 557 mil 800 habitantes del Estado de México.
A nivel de porcentaje la población en situación de pobreza general subió del 42.9 al 49.6 por ciento del total de los mexiquenses, es decir, que casi la mitad de los mexiquenses viven en una condición de marginación.
En el desglose de la pobreza moderada y extrema, el Estado de México también registra saldos negativos.
En la carestía moderada el crecimiento de 2010 a 2014 fue de un millón 692 mil 200 personas, al pasar de 5 millones 370 mil 800 a 7 millones 63 mil personas, mientras la pobreza extrema registra una disminución de 134 mil 300 mexiquenses entre 2010 y 2014.
No obstante, en la variación de la pobreza extrema se han registrado altibajos, pues entre 2010 y 2012 bajó de un millón 341 mil 200 a 945 mil 700, pero volvió a registrar un repunte en 2014 al llegar a un millón 206 mil 900 mexiquenses.
De manera porcentual la pobreza moderada creció del 34.3 al 42.4 por ciento de la población estatal, mientras la extrema entre 2010 y 2014 fluctuó entre el 8.6, 5.8, y 7.2 por ciento del total de los mexiquenses.
El Banco que no debería existir
“Poco a poco fue creciendo esto desgraciadamente, porque quiere decir que un Banco de Alimentos no debería de existir, sin embargo, se ha constatado que en lugar de irse disminuyendo la necesidad de alimentos para las familias, al contrario se ha ido acrecentado”, admite el presidente del Banco de Alimentos del Estado de México, Alberto Canul.
Las instalaciones del Banco se ubican a un costado de la carretera Toluca-Atlacomulco. En las mañanas una fila de al menos una docena de personas ya espera turno para entrar en busca del apoyo alimenticio, mientras en el interior los camiones ya son cargados para distribuir en comunidades previamente seleccionadas.
Canul es un conocido empresario del Valle de Toluca, ex delegado de la Secretaria de Economía, hoy dirige este Banco, que reitera, no debería existir.
“En los últimos datos de la Coneval hay alrededor de 28 millones de personas que tienen carencia alimentaria y de pobreza extrema estamos hablando de 48 millones de personas (a nivel nacional)”, señala.
Con una antigüedad de 18 años que se remontan al altruismo de la Unión Social de Empresarios de México (USEM), el Banco reparte 400 toneladas de alimentos mensuales, diarias serían unas 10 toneladas.
Alimentan quincenalmente a unas 25 mil familias que reciben un paquete alimentario, no puede considerarse despensa, pues no reúne todos los alimentos básicos.
En promedio son unas 130 mil personas, ubicadas en 540 comunidades de 45 municipios del Estado de México, quienes reciben los apoyos; el 98 por ciento son de zonas rurales.
Donativos
La mayor parte de los alimentos que regalan son donativos, aunque algunos productos como frijol y avena los compran para enriquecer el paquete alimentario.
“No es una despensa, porque debería tener de cinco a seis productos básicos, y el Banco de Alimentos no puede hacerlo, pero lleva de 10 a 12 productos. Lleva dos o tres básicos”, indica Canul, quien refiere que para definir a las comunidades beneficiadas hacen un estudio socioeconómico.
Salvo los casos especiales, el paquete se vende en el 10 por ciento de su precio normal. El tiempo del beneficio sólo dura dos años, pues mediante talleres de hortalizas también buscan generar la autosuficiencia de las comunidades.
Entre los alimentos van productos que donan empresas y centros comerciales, artículos que para su venta ya no reúnen las condiciones requeridas, pero que aún están en buenas condiciones.
“Hay veces que entregamos producto caducado porque las empresas lo hacen por normatividad (el colocar la leyenda de consumo preferente), pero un café puede durar un año”, señala. También aclara que cuentan con un laboratorio industrial donde analizan los alimentos que reciben.
Donativos que tampoco son muchos, pues Canul advierte que en México no existen incentivos para que las empresas hagan donaciones en efectivo, como sí ocurre en Estados Unidos.
“Aquí no nos ayudan las leyes fiscales, al contrario, antes era al 8 por ciento. Y ahora que entró este gobierno se bajó al 7 por ciento del impuesto sobre la renta (el porcentaje que se puede deducir)”, dice.
Nivel nutricional
Aclara que tampoco pueden asegurar el nivel nutricional de los paquetes que distribuyen, pues es sólo un complemento para que los beneficiarios coman mejor.
“Es un complemento, ayudarles a que coman un poco mejor, más no podemos comprometernos a que tenga realmente un 100 por ciento, tratamos de hacerlo, pero dependemos de los donativos”, refiere.
Incluso los paquetes pueden incluir refrescos o jugos procesados.
“Nos donan refresco, ¿y qué hacemos? ni modo de decirles no, porque al final sabemos que no es muy propio, sin embargo, tú sabes bien que en las comunidades sobre todo rurales consumen muchísimo refresco, lo tienen que comprar, entonces qué decimos, preferimos dárselo, que nos lo están regalando, y dárselos a ellos, para que se alimenten un poquito, de todos modos les sirve de alimento porque tienen azucares”, indica.
Sin embargo, aclara que en un estudio aleatorio que realizaron en ciertas comunidades, donde repartieron desayunos en coordinación con el sector privado, lograron reducir los niveles de anemia en infantes.
A nivel nacional los 56 Bancos de Alimentos que funcionan en el país reparten anualmente 480 millones de raciones alimenticias para un millón 137 mil personas de los 32 estados. Esa cantidad de alimentos representaría un valor comercial de mil 700 a 2 mil 500 millones de pesos.
Federico González Celaya, presidente del Banco de Alimentos a nivel nacional, asegura que cuentan con estudios sobre el impacto favorable de sus beneficiados, al mejorar nutrición y talla.
Pero también aclara que su labor es complementaria, para rescatar alimento que se iba a tirar, y no para subsidiar de manera permanente a las personas.
“La labor que realizan los Bancos de Alimentos obedece a una causa de rescatar un alimento que se iba a tirar, vivimos en un país con mucha pobreza, con muchas carencias alimenticias, de esa manera como ciudadano mexicano consciente de esa problemática actuamos, constituimos Bancos de Alimentos, y entregamos ese producto”, expresa.
La inversión para combatir el hambre
En 2016 el gobierno del Estado de México prevé invertir mil 289 millones 590 mil 801 pesos en el programa de Alimentación y Nutrición Familiar.
Dicho programa busca mejorar el nivel de nutrición, apoyar a la economía familiar, y continuar con los procesos de organización comunitaria para cubrir las necesidades prioritarias de la misma población.
Las instancias que ejercerán ese gastó son las Secretarías de Desarrollo Agropecuario, Desarrollo Social, Salud y el DIF estatal, quienes instrumentarán los proyectos presupuestales de “dotación alimenticia a la población marginada”, “cultura alimentaria”, “asistencia alimentaria a las familias”, y “huertos familiares”.
Los anexos del Presupuesto Estatal de 2016, cuya copia tiene www.metricadigital.com, indican que el 90.96 por ciento del total de esos recursos se destinarán al proyecto de “dotación alimenticia a la población marginada», donde el gobierno mexiquense tiene autorizado ejercer mil 173 millones 65 mil 140 pesos.
Recursos que en teoría deberían abatir el hambre y mejorar la condición nutricional de los beneficiarios, además de disminuir su vulnerabilidad.
Entre las acciones a desarrollar están el distribuir:
Con el fin de impactar a esos 8 millones 269 mil 900 mexiquenses, que están en una situación de pobreza, el gobierno del Estado de México señala en el Presupuesto de 2016, que en 2014 vía el DIF, distribuyeron otras 852 mil canastas alimentarias en los 125 municipios de la entidad.
En 2015 la cifra parcial alcanzaba poco más de 3 millones 400 mil canastas alimentarias.
Por su parte la Secretaría de Desarrollo Social entregó durante el ejercicio de 2014 al menos un millón 731 mil 410 canastas alimentarias y al tercer trimestre de 2015 se habían entregado poco más de un millón 454 mil 20 canastas.
Adicionalmente hasta 2015 existían mil 400 comedores comunitarios en 95 municipios, que distribuyen en promedio 274 mil 400 raciones alimenticias, con lo que se benefició a más de 137 mil personas.
Y es que de acuerdo a la Cruzada Nacional contra el Hambre existen 66 municipios mexiquenses prioritarios por presentar alta y muy alta marginación, además de pobreza y carencia alimentaria, entre los cuales están Acambay, Atlacomulco, Ecatepec, Jiquipilco, La Paz y Morelos.
Respecto a la vivienda, el mismo documento indica que al menos 1.9 millones de mexiquenses viven con carencias de calidad y espacios en su vivienda.
En materia de nutrición el gobierno del Estado de México, a través del DIF, otorga anualmente 77 millones de desayunos fríos a una población de más de 440 mil niños de preescolar y escolar con desnutrición y en riesgo, que asisten a escuelas públicas.
Además se distribuyen más de 34 millones de desayunos calientes en escuelas de educación básica del turno matutino.
Pese a todos estos apoyos e inversión millonaria, el hambre sigue nutriendo a los Bancos de Alimentos, que en teoría, no deberían de existir.